martes, 5 de mayo de 2009

Retrato


El espejo empezaba a cubrirse de una leve capa de vaho cuando hundí mi cuerpo en el agua. Pensé que quizá el efecto relajante de un largo baño iba a poder quitarme la tensión acumulada después de un duro día de trabajo. Finalmente creo que más que el agua fue su nombre escrito en mi pelvis el motivo de mi calma.

-Espero que aún quieras verme cuando vuelva.

El movimiento de su boca no hacía más que obviar la sensualidad de sus labios provocando en mí una carencia de atención hacia lo que decía y una suma concentración en su expresión preocupada, su mirada sincera y el color rojo de su lengua exenta de malas intenciones.

-Estoy contando el tiempo que falta para volver a verte.

Entonces me acerqué a él, acaricié sus labios con los míos e introduje mi lengua en su boca. La suavidad de ese beso no permite siquiera una descripción algo cercana. En la vida nadie me ha besado así, tan lentamente, haciéndome sentir cada movimiento, consiguiendo que me funda caliente como un chocolate dulce.

El calor del agua me evocaba a aquel instante así que seguí con mi recuerdo acariciando lentamente mi cuello con la punta de mis dedos hasta que mi pecho respondió físicamente irguiéndose y alzándose sobre del agua. Mis dedos continuaban el recorrido acariciando la clavícula hasta llegar al escote en el que unas gotas se deslizaban para acabar cayendo al fondo.
-Echaré de menos la calidez de tu cuerpo.

En ese momento puso su cara a la altura de mis pechos, me abrió la camisa y tiró de mi sujetador dejándolos al descubierto, perfectamente redondos y duros. Entonces rodeó mis pezones con los labios, ejerciendo presión sobre ellos y tocándolos a la vez con la punta de su lengua. No pude evitar estremecerme y emitir un gemido suave de placer.

Sumergí mis manos bajo el agua y acaricié el nombre que él mismo dibujó sobre mi piel, justo al lado de la ingle: Genís. G-E-N-í-S. Me volví loca. Mi mano bajó poco a poco acercándose peligrosamente al espacio que hay entre mis piernas mientras pensaba en esa noche.

-Dime qué sientes.

Se acercó a mi cara lentamente dejando un espacio nulo entre nuestras bocas.

-Y ahora, ¿qué sientes?

Y acarició mis labios con los suyos.

-¿Y ahora?

Me besó en la boca de una forma casi agresiva, devorándome, mordiéndome mientras yo me abandonaba al placer más absoluto.
Mi excitación iba creciendo dentro del agua caliente mientras mis dedos saciaban el deseo de mi sexo sediento. La imagen de sus ojos clavados en los míos, y su cuerpo cogido entre mis piernas ocupaba mi mente. Sus manos, sus labios, su torso…

Placer.

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